Precisamente era esto lo que yo quería explicar a mis compañeros de butaca antes de perder 6 euros en un cine de segunda y no sólo eso, sino perder una de las últimas noches en que ha hecho buen tiempo en Madrid, pero cuando quisieron escucharme ya era demasiado tarde.
Pongámonos serios: Un cartel de película en el que aparecen tres tipos con ametralladoras y una nube de humo a modo de ambiente psicotrópico ya da que pensar. Si a todo eso sumamos el título, acaba echando para atrás, teniendo en cuenta que es la traducción que se le ha ocurrido a alguien acerca del título original, Pinneaple Express (¿?). A pesar de todos estos inconvenientes señalados, mis incautos amigos esperaban encontrarse una obra maestra del humor a la altura de los Monty Pytons como poco. Democrático desde que tengo uso de razón, al final di mi brazo a torcer ante la votación por mayoría y al argumento infalible:
¿Tú la has visto? Entonces ¿por qué dices que es una mierda?
Tal vez la clave de la película consiste en hacer caso a a Dale, el protagonista, cuando desde su coche, llama a un programa de opinión de la radio argumentando que deberían legalizar la marihuana, ya que gracias a ella, las comedias baratas son mejores. Nunca escuché un argumento más acertado y cargando contra el cine de humor insulso, pese a estar cargando también contra su propia película. Pero claro, estas recomendaciones se hacen antes de la película, a modo de advertencia. Ya no había manera de salir de aquel embrollo.
Los gags cómicos de humor zafio y previsible se fueron incrementando a medida que avanzaba la película, cuando aparece en escena el camello de Dale. El argumento en sí no merece la pena contarlo por si a alguien le pica el gusanillo de ir a verla, pero las dosis de eternas conversaciones, colegueo y paranoias infundadas por la marihuana se alargaron durante casi dos horas.
Los puntos fuertes de la película se supone que están en las persecuciones policiales a las que se ven sometidos, cuando intentan vender droga a menores o cuando se pegan la gran fumada perdidos en un bosque. Ingenio, lo que se dice ingenio, no desprendía muchos destellos, pero hubo mucha gente que se partió la caja agarrada a la butaca. Tal vez es esa masa aplastante consumidora de películas de rápida digestión como la comida de Burger King, la que hace que el género se quede estancado en la industria y los directores no se esfuercen en rescatar un género que, todo hay que decirlo, no se encuentra ni de lejos en su época dorada.
A la salida del cine se escucharon todo tipo de comentarios, a cual más crítico con la que se suponía que era la comedia del año. La voz de la conciencia les hizo recapacitar a esas criaturas que me acompañaban esa noche y que en los mejores momentos llamo amigos: La película fue tal y como yo predije. Eso sí, no hubo discrepancias a la hora de elegir el bar donde ir después a tomarnos las copas. Esta vez se impuso mi criterio, el de la minoría silenciosa que a veces es escuchada en medio de la masa.
Trailer de la película (2:30)